La ética según Aristóteles.
La ética de Aristóteles se basa en el concepto de felicidad. El planteamiento de Aristóteles es bastante simple, una acción es correcta si me hace feliz y es incorrecta si no me hace feliz.
El pensamiento de Aristóteles dice que la consecuencia de una acción genera felicidad o no. Se analiza la percepción individual sobre esa acción. ¿Qué pasa si hago algo que me hace feliz y eso es malo para la sociedad? Aristóteles dice que la consecuencia de ese acto será que serás detenido y por lo tanto, al final, infeliz.
Según Aristóteles la capacidad diferencial que nos hace felices es la capacidad intelectual, esto es lo que nos acercará a la felicidad.
La Ética según Platón
Para Platón, las Ideas éticas son patrones morales universales con los que podemos juzgar los comportamientos humanos. Los valores universales (las Ideas) son válidos para el individuo y para la colectividad. Definen el ideal de sociedad humana. Según Platón, existe algo que es “la verdad sobre cómo tenemos que vivir”, y el intelecto humano la conoce cuando consigue el conocimiento de las Ideas perfectas, inmutables e inmateriales. Sólo quien logre este conocimiento tendrá la cualificación adecuada para dirigir la organización política y moral de la sociedad. Según Platón, el filósofo es el hombre que conoce las ideas y, por tanto, es el hombre que podrá solucionar los problemas de la convivencia humana. El Estado ideal será el que esté gobernado por hombres amantes de la sabiduría y, a la vez, excelentes y felices.
La Ética según Santo Tomás de Aquino
Siguiendo, pues, sus raíces aristotélicas Sto. Tomás está de acuerdo con Aristóteles en la concepción teleológica de la naturaleza y de la conducta del hombre: toda acción tiende hacia un fin, y el fin es el bien de una acción. Hay un fin último hacia el que tienden todas las acciones humanas, y ese fin es lo que Aristóteles llama la felicidad. Santo Tomás está de acuerdo en que la felicidad no puede consistir en la posesión de bienes materiales, pero a diferencia de Aristóteles, que identificaba la felicidad con la posesión del conocimiento de los objetos más elevados (con la teoría o contemplación), con la vida del filósofo, en definitiva , santo Tomás, en su continuo intento por la acercar aristotelismo y cristianismo, identifica la felicidad con la contemplación beatífica de Dios, con la vida del santo, de acuerdo con su concepción trascendente del ser humano.
En efecto, la vida del hombre no se agota en esta tierra, por lo que la felicidad no puede ser algo que se consiga exclusivamente en el mundo terrenal; dado que el alma del hombre es inmortal el fin último de las acciones del hombre trasciende la vida terrestre y se dirige hacia la contemplación de la primera causa y principio del ser: Dios. Santo Tomás añadirá que esta contemplación no la puede alcanzar el hombre por sus propias fuerzas, dada la desproporción entre su naturaleza y la naturaleza divina, por lo que requiere, de alguna manera la ayuda de Dios, la gracia, en forma de iluminación especial que le permitirá al alma adquirir la necesaria capacidad para alcanzar la visión de Dios.
La felicidad que el hombre puede alcanzar sobre la tierra, pues, es una felicidad incompleta para Sto. Tomás, que encuentra en el hombre el deseo mismo de contemplar a Dios, no simplemente como causa primera, sino tal como es Él en su esencia. No obstante, dado que es el hombre particular y concreto el que siente ese deseo, hemos de encontrar en él los elementos que hagan posible la consecución de ese fin. Santo Tomás distingue, al igual que Aristóteles, dos clases de virtudes: las morales y las intelectuales. Por virtud entiende también un hábito selectivo de la razón que se forma mediante la repetición de actos buenos y, al igual que para Aristóteles, la virtud consiste en en un término medio, de conformidad con la razón. A la razón le corresponde dirigir al hombre hacia su fin, y el fin del hombre ha de estar acorde con su naturaleza por lo que, al igual que ocurría con Aristóteles, la actividad propiamente moral recae sobre la deliberación, es decir, sobre el acto de la elección de la conducta.
La misma razón que tiene que deliberar y elegir la conducta del hombre es ella, a su vez, parte de la naturaleza del hombre, por lo que ha de contener de alguna manera las orientaciones necesarias para que el hombre pueda elegir adecuadamente. Al reconocer el bien como el fin de la conducta del hombre la razón descubre su primer principio: se ha de hacer el bien y evitar el mal ("Bonum est faciendum et malum vitandum"). Este principio (sindéresis) tiene, en el ámbito de la razón práctica, el mismo valor que los primeros principios del conocimiento (identidad, no contradicción ) en el ámbito de la teórica. Al estar fundado en la misma naturaleza humana es la base de la ley moral natural, es decir, el fundamento último de toda conducta y, en la medida en que el hombre es un producto de la creación, esa ley moral natural está basada en la ley eterna divina. De la ley natural emanan las leyes humanas positivas, que sean aceptadas si no contradicen la ley natural y rechazadas o consideradas injustas si la contradicen. Pese a sus raíces aristotélicas vemos, pues, que Sto. Tomás ha conducido la moral al terreno teológico, al encontrar en la ley natural un fundamento trascendente en la ley eterna.
La Ética según Kant
La ética kantiana es una teoría ética deontológica formulada por el filósofo Immanuel Kant. Desarrollada como producto del racionalismo ilustrado, está basada en la postura que la única cosa intrínsecamente buena es una buena voluntad; por lo tanto una acción solo puede ser buena si su máxima (el principio subyacente) obedece a la ley moral. Central a la construcción kantiana de la ley moral es el imperativo categórico, que actúa sobre todas las personas, sin importar sus intereses o deseos. Kant lo formuló de varias maneras. Su principio de universalidad requiere que, para que una acción sea permisible, debe ser posible aplicarla a todas las personas sin resultar contradictoria. Su formulación de la humanidad como un fin en sí misma exige que los humanos nunca sean tratados meramente como un medio para un fin, sino también un fin en sí mismos. La formulación de la autonomía concluye que los agentes racionales están obligados a la ley moral por su propia voluntad, mientras que el concepto de Kant del Reino de los fines exige que las personas actúen como si los principios de sus propias acciones establecieran una ley para un reino hipotético. Kant también distinguió entre deberes perfectos e imperfectos. Un deber perfecto, como el deber de no mentir, es siempre verdadero; uno imperfecto, como donar a la caridad, puede flexibilizarse y aplicarse en un tiempo y espacio particulares.
Aunque Kant desarrolla su teoría ética a través de toda su obra, es definida más claramente en Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Crítica de la razón práctica y Metafísica de las costumbres. Como parte de la tradición de la Ilustración, basó su teoría ética en la creencia de que la razón debería usarse para determinar cómo debería obrar una persona.No intentó prescribir una acción específica, sino que enseñó que la razón debe usarse para determinar cómo comportarse.
Referencias
Ética Kantiana. (s/f). [Artículo en línea]. Disponible: https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89tica_kantiana
[Consulta: 2018, Noviembre 4].
Ética Platónica. El intelectualismo moral. (s/f). [Artículo
en línea]. Disponible: https://www.nodo50.org/filosofem/spip.php?article410 [Consulta:
2018, Noviembre 4].
La filosofía de Tomás de Aquino. (s/f). [Artículo
en línea]. Disponible: https://www.webdianoia.com/medieval/aquinate/aquino_etica.htm
[Consulta: 2018, Noviembre 4].
Mestre, J. (2017). La ética de Aristóteles. [Artículo en
línea]. Disponible: https://www.unprofesor.com/ciencias-sociales/la-etica-de-aristoteles-521.html
[Consulta: 2018, Noviembre 4].
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